jueves, 24 de abril de 2014

Obras teatrales malditas

Los teatros cuentan con varias leyendas de apariciones, aparecidos, extraños ruidos, siniestros personajes, pero en el mundo del teatro los actores y directores también tienen muchas supersticiones. 

Una de las supersticiones más conocidas dentro del mundo del teatro es la del color amarillo. Muchos no sabrá por qué los actores tienen esa pequeña manía al color amarillo. Si se lo ponen en el estreno pueden hacer que la obra no salga bien, o que haya desgracias y hasta la muerte de quien lo lleve. 
Toda esta superstición nada mas y nada  menos proviene de la ultima obra que realizó Jean Baptiste Poquelin mas conocido como Moliére, uno de los autores de teatro más interpretados, en su vida en la cual aparte de escribir muchas de las mejores obras conocidas como Tartufo, Don Juan, El avaro, y muchas otras, también las interpretó, el día del estreno de su ultima obra, “El enfermo imaginario”, Moliére representaba este papel vestido con una especie de bata amarilla. Dicen que esta obra era un espejo de su vida, estaba representando un enfermo hipocondríaco, y el día del estreno cuando ya estaban por el cuarto acto, le dio un fatídico ataque de tos, debido a la enfermedad que padecía, la tisis (tuberculosis). A la murió entre vómitos de sangre provocándole estos la asfixia que hizo que su vida se esfumara.

Desde el día del estreno de su obra póstuma exactamente el 17 de febrero de 1673, esta triste historia real ,hizo que la leyenda  se extendieran por los camerinos de todos los teatros del mundo, a los pocos meses el color amarillo desapareció de los escenarios. Esta obra: El enfermo imaginario, ha sido siempre una obra que a muchos directores les ha dado miedo interpretar .
España también tiene sus propias obras malditas, en este caso se trata de una zarzuela La Tempestad, del autor Ruperto Chapí con libreto de Miguel Ramos Carrión.
Esta obra fue todo un éxito en 1882, a pesar de las críticas que tuvo en la época.
A raíz de entonces en los teatros y lugares donde se ha montado esta obra la desgracia se ha cebado con ellos. Representantes arruinados, directores sin obras, actores sin empleo…
El infortunio es el protagonista cuando se habla de La Tempestad.

Otra zarzuela, que ha llevado a la superstición es la famosa Leyenda del Beso, esta obra de Reveriano Soutullo y Juan Vert, tiene una parte maldita para muchos entendidos, lo que se llama la Romanza de la amapola.
En esta escena se ve como una gitana llamada Amapola lee la mano a nuestro protagonista, un joven noble llamado Mario, se dice que en esos momentos la mala suerte se apodera del actor, puede llegar a causarle un sin fin de desgracias y en ocasiones hasta la muerte. Esta parte del Acto II en diversas ocasiones ha sido omitido, por miedo a las desgracias o por miedo al fracaso.

Y no son de ahora estas creencias. En la Crónica Sueca podemos leer un hecho bastante curioso y escalofriante.
Corría el año 1513 y se estaba representando en el palacio de Alborg la obra El Misterio de la Pasión ante Juan II, rey de Suecia, Dinamarca y Noruega.
El actor que representaba a Longinos, emocionado por el ímpetu de su papel, clavó realmente la lanza en el costado del desventurado actor que hacía de Cristo, cayendo muerto al instante, aplastando en su caída a la actriz que hacía de Virgen María.
El rey Juan II, encolerizado por lo que estaba viendo, subió al escenario, se lanzó contra el actor culpable del desaguisado y le cortó allí mismo la cabeza. A la salida del espectáculo, los otros asistentes, a quienes les había gustado el modo tan realista de representar a Longinos, en un arrebato de furia mataron al monarca. Todo un lío histórico, tanto que le tuvo que suceder en el trono Cristián II.
La mencionada obra, teñida ya de sangre, no se volvió a representar durante años...
Se podría decir que es el colmo de la mala suerte sino supiéramos que existen otros ejemplos muy significativos, aunque mucho menos sangrientos.

Aunque para fatalidad la que tuvo el cantante de ópera norteamericano Leonard Warren que, en 1960, actuaba en La forza del destino –de Verdi– en el Teatro Metropolitan de Nueva York, representando el personaje de Don Carlo.
Acababa de iniciar la famosa aria: “¡Oh fatal urna de mi destino!”, y cuando llegó precisamente a la palabra “fatal”, se tambaleó, cayó hacia delante de repente y murió de un ataque cardíaco. Ni que decir que desde ese momento esta ópera y esta aria, en concreto, empezó a generar cierta desazón…

Además de obras, existen autores que adquirieron el dudoso privilegio de ser considerados nefastos. Un claro ejemplo es el del dramaturgo y escritor barcelonés Jacinto Grau, autor de comedias como Don Juan de Carillana (1913) o El hijo pródigo (1918).
Sin embargo su fama de autor nefasto está dada por El señor de Pigmalión (1921) donde aborda el tema del teatro dentro del teatro.
Pues bien, en España ningún empresario quería representar sus obras, y en concreto ésta última, por su terrible fama negativa. En un reportaje concedido en 1974 al matutino La Nación, José Cibrián contaba que cuando su padre puso en escena la citada obra en un teatro de Madrid, en la década de los años 30, todo el mundo le llamaba insensato, y más aún cuando en uno de los últimos ensayos uno de los intérpretes se presentó, pese a que padecía una seria dolencia pulmonar.
El actor pagaría con su vida el exceso de profesionalismo, y muchos compañeros le atribuyeron la desgracia a la presunta influencia nefasta de don Jacinto, renunciando a sus papeles.
La mala suerte parecía acompañarle a todas partes, durante una conferencia que Jacinto Grau dio en un teatro de Buenos Aires, se cayó la lámpara del techo hiriendo de gravedad a varias personas.

Y estás son algunas de las obras teatrales consideradas malditas.

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